En nuestros días este proceso ya es aceptado y promovido en todo el mundo por los gobiernos y las distintas religiones, incluida la propia Iglesia Católica, que en el Código de Derecho Canónico promulgado por el papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, aprueba definitivamente la incineración del cuerpo de un fallecido (Canon 1176-3).
El Papa Pablo VI ya había declarado en 1963 que la cremación no contradice la doctrina de la Iglesia, no afecta el alma "ni impide a la omnipotencia de Dios reconstruir el cuerpo".
La Biblia ya registra tempranamente e induce a aceptar con humildad esta característica de la condición humana al señalar: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado, pues polvo eres y en polvo te convertirás." Génesis 3:19